TERCERA LEY: EL SISTEMA ONTOGENÉTICO DE LOS TUMORES Y DE LAS ENFERMEDADES EQUIVALENTES «MÁS ALLÁ DE LA COMPLEJIDAD TODO ES SIMPLE» Si el universo estuviera regido por tantas y complejas leyes, existiría un gran caos; a fin de que todo funcione armónicamente, basta con unas pocas. Lo difícil es alcanzar la simplicidad. Hamer la denomina la tercera ley: «Sistema ontogenético de los tumores y de las enfermedades equivalentes». «Ontogenético» se refiere a la vida embrionaria del individuo, y se habla de «enfermedades equivalentes» porque no sólo los tumores, sino todas las enfermedades, se comportan según el enunciado de las cinco leyes. Para lograr comprender los mecanismos que están en la base de las patologías es preciso en este punto bucear en el pasado y poner a trabajar un poco la intuición, pues la razón de todos los comportamientos biológicos se remonta a la noche de los tiempos y comienza con la aparición de la primera célula en nuestro planeta. Realizaremos, pues, una rápida incursión en la filogénesis (historia del desarrollo de las especies en el curso de la evolución) trazando un paralelismo con la ontogénesis (historia del desarrollo del individuo desde la fecundación del huevo hasta la edad adulta), pasando por la embriogénesis (historia del desarrollo del feto en los dos primeros meses de vida intrauterina): tarea bastante ardua en unas pocas líneas. La finalidad de esta obra, por otra parte, es hacer comprender las líneas generales dejando los detalles a los más exhaustivos tratados que se incluyen en la bibliografía, que cada uno podrá consultar para profundizar el tema. Hemos dicho ya que el hombre no habría podido sobrevivir hasta el día de hoy de no haber integrado en su cerebro programas biológicos de supervivencia encaminados a las superación de todo tipo de obstáculos que a lo largo de los milenios se han presentado en el camino de su evolución; una especie de moderno videojuego en el que el príncipe, para salvar a su amada, debe hacer frente a trampas mortales; un error le cuesta la vida y el juego vuelve a iniciarse desde cero. Pero una vez superado el obstáculo, la solución es transmitida a las generaciones futuras: en los dos primeros meses de vida intrauterina el feto encarna toda esta memoria desde el comienzo de la vida hasta nuestros días. Primera etapa de la evolución Al amanecer de un bonito día, hace millones de años, surge la vida en nuestro planeta en forma de una célula; es un pequeño organismo muy simple que, para preservar la especie, debe respirar, comer, eliminar y reproducirse. Con el paso de los siglos nuestra célula, para poder sobrevivir en un ambiente hostil, se asocia a otras células y se convierte en un organismo pluricelular adaptándose así a las situaciones contingentes. Si, por ejemplo, vive en un lugar donde el oxígeno escasea, entra en una fase de estrés y encuentra la solución del problema multiplicando las células especializadas en la respiración. Creará una especie de tumor, una proliferación celular. Así pues, en este estadio de la vida, la supervivencia está asegurada por un aumento de las células allí donde sea necesario y la orden de proliferación es dada por una estructura cerebral arcaica que se convertirá en el tronco encefálico. «La mente acompaña la evolución orgánica desde los primeros estadios y durante todo el curso del desarrollo del reino animal. Nace con la materia y se transforma con ella hasta convertirse en pensamiento y conciencia» (Guy Lazorthes) (2). Errist Haecke1 escribía en 1877: «En los seres unicelulares que viven aislados, encontramos las mismas manifestaciones de vida psíquica, sensaciones, percepciones, voluntad, movimiento, propias de los animales superiores constituidos por un gran número de células». ___________
Nota (2): Le cerveau et l'esprit, Flammarion, París.
Teilhard de Chardin dirá en 1948: «El desarrollo de la conciencia culmina en el hombre, que representa el momento más elevado de la evolución, pero, por lo menos en el estado naciente, hemos de reconocer la presencia de una mente en el átomo».
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