PRIMERA LEY: LA LEY DE HIERRO DEL CÁNCER. « EL TRAUMA ES EL DETONANTE » Toda enfermedad es causada por un trauma emocional que nos coge desprevenidos, a contrapié, un trauma que vivimos en soledad y que no sabemos cómo resolver. La intensidad del trauma, la «connotación» de la emoción sentida cuando se ha producido, determinan el área del cerebro afectada, el órgano físico correspondiente y la gravedad de la enfermedad. Con el fin de preservar la especie, el hombre ha desarrollado con el paso del tiempo programas biológicos de supervivencia que están grabados en su cerebro, en sus células. Tomemos, por ejemplo, a un campesino que está vendimiando al sol: su piel se enrojece, pero una vez vuelto a casa, durante la noche, su cerebro da la orden de poner en circulación la melanina: comienza así el bronceado para proteger la piel que no correrá ya el peligro de quemarse por los rayos solares: se trata de un proceso biológico, programado, automático. Para los animales vale el mismo tipo de programación: sobrevivir y preservar la especie.
Para marcar su territorio e identificar su propiedad, los animales orinan a lo largo del perímetro de la misma y defecan en medio de ella, tapando a continuación sus propios excrementos. Pues el hombre actúa del mismo modo, pero, dado que se dice civilizado, ha inventado el retrete para hacer sus necesidades siempre en el mismo sitio. Sin embargo, la función biológica de orinar y de defecar sigue siendo la misma: tanto es así que la mayor parte de la gente que se va de vacaciones está con frecuencia estreñida los primeros días porque se ha alejado de su propio territorio; basta con regresar y todo vuelve a ser como antes (admitiendo que la casa sea, efectivamente, tomada como «el propio territorio»).
Cada vez que un individuo, en el curso de su existencia, se ve afectado por un trauma emocional que tiene las siguientes características: - Es vivido de manera dramática (con todos los matices propios del caso, por lo que una gran emoción tendrá consecuencias más visibles que una pequeña contrariedad: de la bronquitis al cáncer de pulmón, según la intensidad del drama vivido); - Nos coge desprevenidos, cuando menos se espera; - La emoción se impone a la razón; - Es vivido en soledad, rumiando continuamente el problema (aunque todos saben lo que nos ha sucedido, nadie sabe lo que hemos sentido); - No se encuentra una solución satisfactoria. Entonces, y sólo entonces, entra en acción el cerebro poniendo en marcha un programa biológico especial para la supervivencia del individuo. La intensidad del trauma emocional no tardará en determinar la gravedad de la enfermedad, mientras que e tipo de emoción sentida al comprobarse el trauma determinará la localización de la patología en el cuerpo. La enfermedad es, pues, un desequilibrio simultáneo a nivel psíquico, cerebral y orgánico debido a un trauma emocional. Sin conflicto no hay enfermedad: darse cuenta de ello es el primer paso hacia la curación.
En el origen de todas las enfermedades (anginas, bronquitis, cáncer, depresión, epilepsia, infarto, leucemia, esclerosis en placas, etcétera) hay, en la vida del paciente, un acontecimiento particular vivido como un trauma: separación afectiva, ofensa, despido, guantazo, la muerte de un familiar, un diagnóstico médico fatal... Un evento vivido de modo dramático, inesperado y conflictivo, en soledad y sin posibilidad de una solución satisfactoria.
Lo decisivo es el modo en que este hecho es vivido por cada uno.
- Dramático: Se aleja de las preocupaciones cotidianas por su intensidad y gravedad.
- Inesperado: Se nos cae encima de repente, brutalmente.
- Conflictivo: Hay un conflicto de intereses entre las emociones y la razón.
- Vivido en el aislamiento: Aunque todos saben que me ha pasado algo, nadie sabe lo que he sentido.
- Sin solución satisfactoria: No siempre es suficiente con hablar del tema.
- Sólo cuando el suceso no sea vivido como un trauma emocional, el problema podrá darse por biológicamente resuelto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario